lunes, 27 de agosto de 2018

Aforismos XLII


Las grandes urbes, entre más grandes y más desparramadas, más mala leche dan.

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Los ciegos ven cosas que los tuertos sólo ven a medias

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No sé que es peor, si buscar el reconocimiento constante o el anonimato permanente. Uno por valorar demasiado la opinión ajena y el otro por despreciarla en la misma medida.

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Luchar hasta el último aliento es admirable, pero luchar hasta el último aliento sabiendo que vas a perder es lo que hacemos todos.

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A los cuarenta no empieces a decirte: ¡Si tuviera treinta!, porque sólo conseguirás llegar a los cincuenta con veinte años de retraso.

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El sacerdote vino para librarle de sus pecados y él le dijo,
-¡Qué cruel es usted! Voy a hacer el viaje más importante de mi vida y quiere que vaya sin equipaje.

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Todos estamos listos para ser verdugos pero no todos podemos conseguirlo. Convirtiéndonos en víctimas. En esa dicotomía algunos intentamos no ser ni una cosa ni otra, convirtiéndonos en las verdaderas víctimas, pues las otras al fin y al cabo somos verdugos fracasados.

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Ser listo o ser sabio. Sorprender a los demás o sorprenderse uno mismo.

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Uno tiende a pensar de muchas cosas que oye lo mismo que pensaba antes de oírlas. De demasiadas cosas.

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El día que el hombre deje de creer que el mundo se ha hecho a su medida, será el momento de empezar a medirlo.

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La obediencia siempre se origina ante un acatamiento hacia un poder. Cuando el poder no proviene de la amistad o la maestría es un poder adulterado. Justo el poder que más se da. Como las malas hierbas.

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Primero fue el culo y después el ósculo. Y es lógico.

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