jueves, 16 de agosto de 2018

Escribimes y escribiretes III





El doctor, después de mirar el resultado de los análisis, le dijo,
-Le quedan dos horas de vida.
Después resultó que no, que fueron dos semanas. Ciento sesenta y ocho veces más.

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Pienso que puedo perder algo en el campo y pienso que puedo perder algo en la ciudad. Y pienso que no es lo mismo. Que en el campo lo perdería verdaderamente, mientras que en la ciudad, aún estando conmigo ya estaría perdido.
Este tipo de apreciaciones son como nubes que se diluyen.
Aunque, en general, sigue estando nublado.

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Soltó un estornudo y de su boca salió disparado un gargajo. Se le quedó prendido junto a la rodilla izquierda. Se dijo que se lo quitaría justo cuando la gente comenzará a llegar de sus dormitorios. Entonces pensó que era posible que le diera un ataque cardiaco y que cuando bajaran lo encontraran allí, muerto y con el gargajo en la rodilla. Eso le preocupó. Así que fue y se limpió.
Eso es la posteridad.

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-¿Me puede ofrecer un vaso de agua?
-¿Quiere un vaso de agua?
-No, gracias.
-De nada.
-Gracias.
-De nada.

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El especialista nos gusta. Acota el campo de la competencia y despeja incertidumbres. Nos releva de la responsabilidad y además muestra a dónde podríamos haber llegado si la Naturaleza no nos hubiese sido esquiva.
Y por si fuera poco no amenaza con involucrarse en otros escenarios. Alguno de los cuales podría ser el nuestro.

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