jueves, 20 de febrero de 2025

 Las cosas en su sitio


Estaba claro. Nos habíamos pasado con el coloque y él, no sé muy bien, si por ello o porque era un hijo de puta, los demás también íbamos colocados y no lo habíamos hecho, la había violado. Ella se resistió en vano y nosotros no nos lo creíamos. Pero luego lo vimos claro.
Alguien dijo,
-¿Llamamos a la policia?
Y otro apostilló,
-Hay que ver, acaba de violarla y parece que no ha roto un plato en su vida, tan guapo, tan puesto con su traje y corbata, ese cabello tan sedoso y la sonrísa de hombre satisfecho. ¿Qué va decir la policía?
Los dos tenían razón pero a mí algo no me cuadraba, así que me levanté y me fui para el violador.
Lo molí a puñetazos, le puse la cara como un mapa llenos de montañas, ríos rojos y volcanes arrojando baba, le destrocé el traje, le arranque la corbata y le metí la cabeza en la fregona.
Todo eso lo hice porque era un boxeador profesional y él no.
Me quedé mirándolo y dije,
-Ahora sí.
Alguien llamó a la policía y lo denunció.
Esto pasó en mi etapa de boxeador profesional. Después, cuando me retiré, me dediqué, también profesionalmente, a montar escaparates. De cualquier tema. La gente se extrañaba por mi aspecto rudo pero tuve éxito.
Una vez me preguntaron,
-Sus escaparates son geniales. ¿Cómo lo hace?
-No sé. Sólo me preocupo de que las cosas casen.

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