El intruso se muestra
sorprendido. No esperaba que hubiera alguien.
Ese alguien se ha llevado un
buen susto.
El recién llegado pretende algo
clandestino. Y claro, como no esperaba a nadie no llevaba pasamontañas.
Y ahora lo tiene allí, de
frente. Podrá identificarlo.
De eso también se ha dado cuenta
el dueño de la casa, que asustado, cree que va a ser asesinado. Por eso
exclama,
-Por favor, no me mate. Le daré
lo que quiera.
Se da cuenta de la tontería que
acaba de decir y rectifica,
-Por favor, no me mate. Puede
llevarse lo que quiera.
Eso tampoco le convence y al
final sólo dice,
-Por favor, no me mate.
Y luego, concreta más,
-Por favor.
Pero no puede dejar de
reflexionar. Es consciente de la situación y no debe dejarse amilanar, si va a
morir, al menos podrá hacerse valer. Él no es cualquiera, es especial. Él es
yo. Más especial, imposible. Ha tenido una reacción de lo más trillada. ¿Quién
en una situación parecida no diría lo que ha dicho él? Así que,
-Por favor, no se vaya dejándome
vivo. Máteme antes de irse. Robe lo que desee y después máteme.
Ahora está más tranquilo. Es una
situación más acorde a cómo es él.
No todo el mundo se expresaría
como acaba de hacerlo él.
Todo el mundo, no, pero una
buena parte de este mundo, sí. Algunos de los pertenecientes a ese mundo, sí.
Al fin y al cabo en esta situación muchos congéneres, valientes, únicos,
imaginativos y enganchados al “de perdidos al río”, lo apostarían todo a una
salida gallarda. Moriré con las botas puestas, se dirían. Se ve mucho la
televisión.
-Podría matarme, primero
robarme, después matarme, o en el orden que quiera, y yo debía rogarle porque
no me matará y es lo que hecho. Pero sabe, no pienso dejarme acobardar, morir
sin dignidad, si me va a robar, después no se le ocurra dejarme con vida.
Máteme. Pero, claro, eso ¿Como le deja a usted? Sin elegancia. Robar y después
matar. ¿Qué arriesga usted? ¿Cómo quedará? ¿Qué pensaran de usted? Así casi no
arriesga nada. ¿Quién va a identificarlo? De esa manera roba cualquiera. Se va
a llevar un botín. Sea ambicioso. Métale riesgo al asunto. Podrá contarlo. Si
no, ¿Qué va a contar? Entré, lo maté y robé. ¿Va a ser capaz de contar algo
así? ¿No se avergonzará? Piénselo, bien.Podrá decir, el tío tenía huevos. Me
retó. Y ahí lo dejé vivito y coleando. Con toda mi caraza grabada en su
memoria. Me gusta el riesgo. Así, sí. Eso ya es para contar.
Acabó de hablar y sintió que se
había metido en un buen berenjenal. ¡Qué manía en complicar las cosas! ¿No
podía haber dejado que todo siguiera su curso? Al fin y al cabo, él no había
empezado. No era su responsabilidad. Siempre podría decir,
-Yo no fui el que empecé. Estaba
tranquilamente en mi cuarto y él irrumpió. Si alguien debe dar explicaciones…
Cayó en la cuenta de que ahora
mismo estaría el intruso pensando que aquí había gato encerrado. ¿Dónde se
había visto que una víctima de un atraco velara por la buena fama del
atracador? Eso no tiene ni una pizca de lógica.
Claro, ¿Que se trataba de lógica
o de intrepidez?
Decidió volver hacia atrás. Al
punto en el que estaba seguro de sí.
-A mí me importa mucho lo que
tengo aquí y que usted quiere robarme. Aunque más me importa mi vida. Pero el
hecho de que mi vida me importe no quiere decir que la deba conservar a toda
costa. Porque muchas veces es mejor morir con arrojo que seguir viviendo con
humillación, ya sabe aquello de que es preferible morir de pie que vivir de
rodillas. A ver, usted me va a robar, eso es incuestionable. Aceptado. Ahora
queda qué hacer conmigo que nos venga bien a los dos. Si me mata, usted se
asegura que no lo identificaré. O sea, está usted poniendo la seguridad delante
del riesgo. Ese riesgo que le da sabor a la vida. No hay comparación para usted
entre matarme o no. Claro que para mí, tampoco la hay entre dejarme con vida o
no. Y es evidente que no podemos llegar a un acuerdo del tipo: Me deja con vida
y yo no le identifico. Eso sería hacer trampas. O sea, todo esto para nada. Y
no quiero llegar a la conclusión de que igual lo mejor hubiera sido dejarlo
todo en manos del azar. Usted, ¿Qué opina?
Se quedó mirando al intruso sin
una idea muy clara de qué hacer.
-Con lo tranquilo que yo estaba
y…
Interrumpió el que ya hacía un
buen rato que se había introducido de manera intempestiva en la casa,
-La habitación de su hija, ¿No
es ésta?
-¿Hija? Yo no tengo ninguna
hija.
-Pues entonces su mujer……..
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