lunes, 5 de diciembre de 2016

¿Qué pasa aquí?

... Sonreímos ante estas cosas,
pensando que son materia para el cuento barroco 
de algún niño sobre lo que sucede por la mañana
cuando todos se han ido menos el gato.

Del poema "Encalmados en aguas extrañas"
John Ashbery


Aquella tarde casi nadie había vuelto a casa. Sólo estaba yo sentado en el sillón de mi padre, preguntándome por qué nadie me había dicho que a esa hora nuestra casa no era nuestra casa porque nadie estaba. Incluido yo que escuchaba primero al profesor de matemáticas y después al de física, aquel día de la semana, todas las tardes, menos aquella.
Había llovido fuertemente y las salas de la planta baja del edificio donde se ubicaba el colegio se habían inundado. Imposible dar clase. Imposible que en la alteración del momento que todo lo que debía fluir ordenadamente lo hiciera. No había autobuses, no había padres y no había tranquilidad para tomar decisiones.
Así que se vio parado, de pie, delante de su casa, diciendo adiós a un coche que creía recordar haber visto aparcado alguna vez enfrente de la escuela y al que subía su profesora de francés, que sin embargo para llegar hasta su casa había sido conducido por una persona que no conocía.
El coche, la persona desconocida que lo había traído y dos compañeros suyos desaparecieron en la esquina de la calle.
Miró la puerta de su casa y recordó que al llegar ante ella cada tarde con Emilia, ésta se agachaba y hurgaba en unas macetas. Lo hizo y encontró una llave.
Abrió la puerta y no había nadie.
¿Dónde se van todos cuando el no está?
Subió a su habitación y le tranquilizó ver todo aquello que le era familiar. Después recorrió cada estancia y toda la casa le pareció una copia de la suya, una copia perfecta en la que faltaban los muñecos, pensó.
Bajó al salón y se sentó en el sillón que siempre ocupaba su padre. Estaba convencido de que era otra casa. Se acordó del rincón. Se aburrió un rato más y después, con su mochila y su abrigo se metió en el rincón.
Debió quedarse dormido porque el primer ruido que recuerda le hizo abrir los ojos.
Su madre y Emilia entraban riéndose.  Su madre se quitó el abrigo y lo tiró sobre el tresillo, se volvió  hacia Emilia y le ayudó a quitarse una trenca de color gris que antes había sido de ella. Pero algo pasaba porque se demoró en quitarle la prenda y parecía como si su madre tropezase y se cayese sobre Emilia. Lo que fuese les hacía mucha gracia.  No parecía ser grave pues, parloteaban y él no era capaz de entender lo que decían, sólo apreciaba palabras sueltas como tarde, perfecto y rato. Emilia como agradecimiento de que mi madre la hubiese ayudado a quitarse la trenca le dio un beso a de la misma manera que algunas veces la besaba mi padre.
Después sucedió algo extrañísimo. Emilia le dijo a mi madre que preparase un té. Era imposible aquello, pensó. Desaparecieron las dos, camino de la cocina y ya sólo oía. Oía risas, tazas, cucharillas y chasquidos raros que no sabía muy bien de dónde procedían.
Apenas podía concentrarse en lo que pasaba. La idea de que Emilia le dijese a su madre lo que tenía que hacer lo trastornaba. El mundo al revés.
Estaba intentando asumir aquel vuelco de la realidad cuando entró su padre. Sus pisadas duras y decididas lo pusieron al alcance de su mirada mientras dejaba el chaquetón en el perchero. Metió las manos en los bolsillos del abrigo de su madre y hurgó en ellos, buscando algo. Sacó unos papeles y les echaba un vistazo cuando oyó el taconeo de su madre y los volvió a dejar precipitadamente donde estaban.
-¡Hola cariño!- oyó a su madre.
-¡Hola princesa!- contestó su padre.
Se besaron como Emilia la había besado hacía un rato y acto seguido su madre dijo,
-Emilia, nos traes los tés al salón, por favor.
-Enseguida, señora- se oyó desde la cocina.
Al cabo de unos minutos, pasó delante de él Emilia, con su uniforme, camino del salón, cargada con una bandeja.
Algo le picaba en el culo, porque dejó la bandeja sobre el mueble del vestíbulo, se subió la falda y se rascó en una de las nalgas. Vio que no llevaba nada debajo. Volvió a coger la bandeja y desapareció.
-Hola, Emilia- oyó a su padre.
En la calle arreciaba la lluvia y pensó que también aquella casa que parecía la suya se podía inundar y entonces alguien lo llevaría a otro sitio donde lo dejarían y también sería parecida a su casa y pasarían cosas raras.
Volvió a pasar Emilia camino de la cocina y oyó la puerta que se abría de un empujón y entraba su hermano acompañado de una amiga que ya había visto otras veces. Resoplaban y estaban empapados. Se aproximaron al rincón, mientras saludaban.
-¿Hay alguien?- dijo mi hermano.
Contestaron desde el salón y desde la cocina también pero nadie salió.
Se quitaron los impermeables y los dejaron colgando en una percha que había sobre la puerta del escondrijo. Se quedó a oscuras.
Mi hermano le decía algo a su amiga,
-¿Tomamos un café y nos duchamos? ¿O nos duchamos y merendamos?- mientras se reía.
Su amiga le dijo,
-Siempre estás con lo mismo.
-¿Con el té, quieres decir?- y siguió riendo.
Sí, con el té, narices- dijo su amiga.
Y subieron a su habitación. Aquel joven se parecía a su hermano pero no era él. No le gustaba el té y jugaba con él partidas larguísimas a la Wii, diciendole cosas como “ánimo chaval” o “atento chaval, que te voy a destrozar” y no se reía de esa manera tan diferente, como si fuera su padre, su madre o Emilia.
Estaba cavilando y tratando de encontrar un asidero que le permitiese afianzarse en cualquier tipo de certidumbre de lo que le estaba pasando cuando volvió a oír la puerta. Estaba vez llegaba el único que faltaba, si se exceptuaba a él, que estaba pero no estaba. Se trataba de su abuelo. Su abuelo era más que viejo, lo decía el mismo, era puro pellejo. Entró tambaleándose como siempre, ensimismado y cabeceando, sumido en algunas de sus múltiples obsesiones, como le decía siempre su madre cuando discutían.
A pesar de estar lloviendo no venía mojado y dejó el paraguas que traía cerrado y seco, colgándolo por la empuñadura en una alcayata en la que debería haber un cuadro. Estaba en silencio, sin saludar a nadie, hasta que se tiró un pedo. Bueno, más que un pedo era una ristra de pedos, una ametralladora. Y eso que no estaba en el cuarto de baño que es donde hay que tirarse los pedos. Después eructó y por último se hurgó la nariz mientras se sentaba en una silla del vestíbulo.
Tras toda esa actividad que había desplegado, súbitamente se detuvo y ya no hizo más movimientos. Parecía una estatua. Se oía el murmullo en el salón, algún ruido metálico en la cocina y golpes sordos en la habitación de su hermano. De su abuelo manaba silencio. Miró el reloj de pared. Justo en ese momento debería salir Emilia para ir a buscarlo al colegio. ¿Estaría él en el colegio esperándola y todo esto no ha sido más que un sueño?
¿Soy yo o no soy yo y estoy en el colegio?
Imposible.
Imposible ¿Qué? Todo, pensó.
De pronto pensó que podía hacer algo. Salir corriendo para el colegio y esperar la llegada de Emilia. Esta llegaría hasta él y al producirse el encuentro todo recuperaría su aspecto habitual, el que él conocía.
Recuperaría a su familia de verdad, tal y como la conocía, y como era, y olvidaría a  aquellas personas raras que tanto se le parecían y que nunca había visto antes.
Dejaría aquella casa sin rumbo.
¿Cómo no se le había ocurrido antes?
Miró a su abuelo, estatificado, y se preparó para salir corriendo al punto de cita con el mundo de siempre, del que seguramente había sido arrojado por la lluvia.
Estaba abriendo la puerta de la calle y escuchó a Emilia decir,
-Hombre, jovencito, ya estás aquí hoy.
Entonces, a pesar de no sentir miedo, supo que estaba perdido.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Aforismos XXIX




La gente que grita suele ser perezosa, pues para hablar bajito se necesita un cierto esfuerzo.

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Hay dos momentos de la vida del ser humano en el que estamos a punto de saber de qué va todo esto. Uno es al ser concebidos, en el que, por razones obvias no podemos fijarnos mucho y el otro es cuando morimos, en el que, es una pena, veamos lo que veamos no podemos contarlo.

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La cantidad de promesas que un ciudadano exige multiplicada por la necesidad que un político tiene de sus votos es igual a la cantidad de desidia que después muestra el ciudadano multiplicada por la voluntad del político de hacer lo que le venga en gana, que suele ser una constante.

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Se acepta la moral como si fuera un yugo múltiple y no dejamos de mirar de reojo para comprobar que todos ocupan su sitio.

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Las nuevas tecnologías le han hecho un siete al marxismo. Y tenemos huevos y agujas pero no hilo para zurcirlo. El frío que entre por él, nos puede dejar helados.

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Si esta sociedad fuese tan científica como se dice no llamaría “pasiones bajas” a las que nacen de la entrepierna, teniendo en cuenta que más abajo están las que nacen de los pies.

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Las ideologías son para el político como el perro para el pastor, que le ayuda a meter y sacar al rebaño del redil para darle de comer o sacrificarlo,  pero nunca le ayuda a entenderse con él.

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Los nacionalismos se diluirán en la globalización como azucarillos en el agua. Sólo hay que desear que no haya tanta agua que se pierda el dulzor de aquellos.

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Creer en Dios porque lo necesitas y no porque exista. Por ahí, sí. Hablemos.

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Cuando echamos mano del olvido para dejar de lado alguna cosa del pasado que nos atormenta, no debemos pasar por alto que el olvido perece pero los restos son biodegradantes.

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De la ropa planchada lo que me da grima son esas rayas rectas que inevitablemente aparecen.

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La realidad a penas nos interesa. Sólo para construir sobre ella nuestra verdad. Cada uno la suya. De ahí todos los contratiempos.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Aforismos XXVIII

La moneda tiene dos cantos y, para muchos, el más importante es el otro.

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Se fío tanto de los hombres que llegó tarde a todo.

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Un vago sin talento tiene razón.

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Sobre el carácter y la personalidad:
Mientras que un carácter siempre tiene personalidad, una personalidad no siempre tiene carácter.

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Llegará el momento en que navegar por internet se hará imposible de tantas botellas como habrá flotando.

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Lo legal y lo justo siempre andan a la greña, porque la Justicia, ciega, oye sus voces pero no ve sus rostros.

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La publicidad es como las palomas. Al principio hacía gracia, ahora contamina todo lo que toca.

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Es curioso que un adjetivo se parezca a un sombrero y un adverbio a un gesto.

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El amor es irracional de la misma manera que un enmascarado es desconocido.

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¿Por qué el ser humano es la única especie inteligente en la Tierra? ¿Tan implacable fuimos?

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Cuando veas a alguien desautorizando el “y tú más” da por seguro que tiene grandes posibilidades de ser “el más”

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Me dijo que no había oído hablar nunca de Freud y al cruzarnos con un niño, al ver cómo lo miraba,  me di cuenta de que era cierto.

lunes, 3 de octubre de 2016

Aforismos XXVII






¿Qué tiene la zanahoria que con todos los palos que nos dan nos siguen apeteciendo?

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Es vergonzoso como a veces recolectamos razones sin haberlas sembrado.

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Puede llegar un momento en que sólo haya partidos ecológicos.

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El peligro de tener dos caras es que puedes ser abofeteado doblemente y si además tienes Fe verte obligado a poner dos mejillas.

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Los ateos no es que no creamos en Dios, es que nos lo tomamos más en serio.

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El selfi, como el preservativo,  canaliza sin consecuencias.

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El amor en sí es aceptable. El amor romántico sólo saciable.

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Sobre el carácter y la personalidad:
El carácter conquista su lugar, mientras que la personalidad lo crea

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Las relaciones humanas las carga el diablo.

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En esto de escuchar, bruñimos el bronce pero la mayoría de las veces ignoramos su composición.

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El filosófico “comprender todo es menospreciarlo todo” de Nietzsche, en nuestra sociedad se ha encogido hasta “comprarlo todo es menospreciarlo todo”.

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El sexo para los hombres es importante, para las mujeres tiene valor.

martes, 27 de septiembre de 2016

Diccionario d'Eces V



Diccionario de “Eces”



Enésimo intento, inútil, lo veo, pero lúdico, de explicación de las palabras.
G. Flaubert calificó al suyo “de lugares comunes”. Bueno.



ACLARACIÓN: La procedencia de “Eces” le debe más al sufijo que al sustantivo mudo. O sea, es más de estupideces, sandeces, brillanteces, gilipolleces, a veces, simpleces, bobeces que de mierda.
O igual es que lo escribe un tal Eces de Muelas. Que en este caso sí tendría que ver con mierda. Por eso de polvo eres, en polvo piensas y en polvo te convertirás. A saber.




 V

1) Chiste.- En España, herramienta de reconciliación con nosotros mismos pero también elemento de postergación. ¡Cuántas cabezas le deben a los chistes haber acabado sus días en un cuello y no en un cesto!

2) Chorizo.- Hay cerdos de dos y cuatro patas a los que no les gusta nada escucharla.

3) Tránsito intestinal.- La mierda que va pasando por tus intestinos para que puedas cagarla. Ahora se le dice así.

4) Furgol.- Respetuosamente conocido como futbol. Rito masivo o ceremonia de masas. Su éxito social sólo se ve empañado por la indiferencia con que, en general, sus seguidores ignoran asuntos sociales más importantes. Algunos piensan que es una droga. Yo pienso que ni eso.



5) Cuatro elementos.- Desde siempre estos son aire, tierra, fuego y agua. O sea lo necesario para hacer barro. Como mucho barro cocido.

6) Cuerpo humano.- En las negociaciones, las fosas nasales llegaron a un acuerdo. Los ojos decidieron respetarse. Las orejas cada una por su lado. Pero, ¿Qué pasó con la boca y el ano que no sólo se repartieron la tarea si no que decidieron alejarse el uno del otro para siempre?
Y otra cosa, ¿Sacó cruz el ano?
Y hablando del ano, ¿Qué pasó con el pene y la vulva? ¡La que han montado!

7) Asíntotas.- Se dice, en matemáticas, que son dos curvas que se acercan indefinidamente sin llegar a tocarse, cuando realmente es la representación bidimensional de la relaciones entre dos seres humanos. Si se pasa a lo tridimensional es la historia de la humanidad.

8) Seguridad.- Te encargas de ponerle rejas a puertas y ventanas para que no entren a robarte, de tapar cualquier agujero de la casa para que no entren alimañas, y resulta que vas a llamar por teléfono y al marcar el tres se te enciende la televisión.

9) Etapas de la vida.- Lo normal es ir cagando y meando. Luego viene cuando quieres hacerlo y no puedes. Más tarde cuando lo haces sin poder evitarlo. Y por último cuando lo haces y ni te das cuenta.

10) Democracia.- Podemos elegir a nuestros gobernantes pero no a nuestros conciudadanos.

11) Escalera.- Siempre portátil. No sólo te permite llevarla de un sitio a otro, sino también en un determinado momento derribarla. Así nadie puede subir y, en un momento de debilidad, tú no puedes bajar.

12) Big Data.- Todo Freud cuestionado. ¿Qué hacer con el muchoYo?

13) Televisión.- Muy peligrosa. No por la gran capacidad de fuego que tiene si no porque las balas no silban.

14) Luz.- Sin ella no hay vida y con ella sombras.

15) Atractivo físico.- Nos preocupamos por tenerlo y después nos enfadamos si sólo se nos valora por él. ¿A quién no queremos engañar?

16) Mito.- ¿Qué diría Platón de las sombras que se producen en estas cuevas?

17) Legado.- Que sea “Llegado” menos una “l”, no es una casualidad. Si es la “l” de Ley.

18) El Mar.- Claramente espera agazapado. No sé cómo es que soy el único que se da cuenta.

19) La Tierra.- La Tierra son dos planetas: la Tierra y el Mar.

20) Objetivo común.- Es el objetivo propio cuando se arregla para salir.